La bonanza económica que acompañó a España en los últimos años, unida a un clima y un modo de vida muy atractivos, convirtió el país en uno de los destinos más populares entre la población emigrante. Este flujo, a veces masivo pero con altibajos, ha generado una sociedad multicultural y compleja y un sistema de desigualdades hasta la fecha desconocido. Al margen de sus nacionalidades, podríamos dividir el flujo migratorio que llega a España en dos grandes grupos: por una parte encontraríamos aquellos inmigrantes (acompañados de sus familias) que llegan con edad e intención de trabajar y, por la otra aquellos que llegan para gozar de una jubilación dorada.
En cuanto al segundo grupo, suelen ser ciudadanos jubilados del Reino Unido, Alemania, Noruega u otros países del norte y centro de Europa. Por norma general, se establecen dentro de la corona Mediterránea, en localidades cercanas a grandes núcleos turísticos como Dénia, L’Alfás del Pi… Por las características de sus países, el acceso a la cultura (y, por supuesto, a la música) no dista demasiado del nuestro, y para el tema que nos ocupa resulta pues, mucho menos enriquecedor. Otro caso bien distinto es el del otro gran grupo inmigratorio.
Este grupo engloba a gente de nacionalidades muy distintas y con culturas muy distintas bajo un mismo “objetivo”; encontrar un trabajo y una estabilidad económica entre las fronteras españolas. Hace casi diez años (un 18 de agosto de 2001) llegaban a las costas de Gibraltar y Fuerteventura 567 marroquíes y subsaharianos de golpe. Dos años más tarde, en octubre de 2003, 550 llegaban a las costas de Tarifa y Motril (fuente: ElPaís). Era la segunda mayor oleada de inmigración de la historia de España, después de la de 2001. La dinámica siguió repitiéndose de manera más o menos similar hasta hace bien poco, cuando explotó la burbuja inmobiliaria y la utopía y la sobrevaloración españolas con ella. Actualmente el flujo ha decrecido enormemente en nuestro país, mientras de Italia nos llegan noticias de grandes flujos inmigratorios que el gobierno a duras penas puede controlar. Marruecos, Rumania, Ecuador y Colombia suelen encabezar las listas de inmigrantes en España, aunque recientemente cabe destacar el enorme aumento de la inmigración china. Como hemos dicho antes, comparten un mismo objetivo, pero sus características culturales son, evidentemente, muy diferentes. La variedad de culturas tan grande genera una desigualdad también ingente en cuanto al acceso a ella. La cultura marroquí poco o nada tiene que ver con la cultura rumana o ecuatoriana, y normalmente el acceso a una (por adscripción) deniega el acceso a otra (por el mismo fenómeno). Si bien es cierto que la cultura española queda más al alcance de todos los inmigrantes (ya que es el país “receptor”), este hecho no es conmutable y sus culturas quedan bastante lejos de nuestro alcance. Centrándonos un poco más en el marco contextual de este blog, podríamos afirmar que mientras nuestra música queda, inevitablemente (apréciese el tono ligeramente irónico), al alcance de los oídos inmigrantes, sus músicas populares o contemporáneas nos quedan totalmente alejadas. Aunque seguramente con los iberoamericanos compartimos ciertas raíces y quizá su música nos resulte más cercana, de las otras culturas musicales poco o nada sabemos. El sistema de integración multirracial en España no está para nada normalizado, en parte a causa del descontrol que ha acompañado desde el principio al fenómeno inmigratorio. Como hemos podido ver en el film de Laurent Cantet, “La Clase ”, la tendencia “natural” es a fomentar y fortalecer las actitudes aislantes, los “guetos”. Buena prueba de ello la encontraríamos en cualquier instituto público español; en los tiempos de recreo los alumnos suelen juntarse según su nacionalidad, y en casos como el chino, la relación con otros es prácticamente nula. Musicalmente hablando, en Castellón, por ejemplo, hay discotecas que son prácticamente exclusivas para ciudadanos rumanos. Todo esto genera un régimen de desigualdades que no favorece para nada a la cultura. Y es que la cultura no puede ser sino multicultural.
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