A pesar de que anteriormente se habían hecho investigaciones y elaborado esquemas sobre el funcionamiento de un sistema de gestión de la información que apuntaba, sin duda, a la World Wide Web tal y como la entendemos ahora, no fue hasta 1991 que ésta debutó como un servicio disponible públicamente en Internet. Su nacimiento implicó una transformación en la gestión de la comunicación de la que todavía hoy quedan secuelas. Pero no sólo eso, sino que actualmente esta transformación sigue vigente mediante una actualización de medios y sistemas de almacenamiento cada vez más ambiciosos.
Compartir. Este concepto que nos puede parecer en primera instancia inocente es la ventaja principal a la que la web nos ha dado acceso. Compartir emociones, pensamientos, ideas, compartir intereses, y compartir, al fin y al cabo, cultura. El punto fuerte de la red es su carácter virtual, y todos estos procesos mediante los que se comparte la cultura no tienen un espacio definido; la información no se almacena en “ningún” lugar físico, por lo que las oportunidades de difusión que se brindan son prácticamente ilimitadas. Actualmente es casi imposible cuantificar la red.
La música no se mantiene ajena. Como cualquier otro tipo de arte, se refleja y forma parte de la cultura. Los individuos cuelgan y comparten sus canciones preferidas en la red, con el fin de crear una respuesta en otros que lo vean. Con la llegada de Napster, un servicio de distribución de archivos de música que adquirió popularidad durante el 2000, empezaron a surgir los primeros problemas con los derechos de autor. El grupo Metallica fue el primer en denunciarlo cuando descubrió que su canción I Disappear estaba circulando por Napster y esto, es obvio, les repercutía negativamente. Internet ha supuesto, sin duda, uno de los principales obstáculos para la industria cultural. La popularidad y las posibilidades de descarga de música actualmente son infinitas. El individuo prefiere acudir a Internet antes que pagar un precio alto por lo que busca. Sigue siendo un verdadero reto, tanto para los grupos de música como para las multinacionales que controlan el tráfico de cd’s.
Analizando un poco más esta sociedad informacional, no podemos pasar por alto la brecha digital que cada vez es más evidente por lo que respecta a los medios y las nuevas tecnologías. No todos tienen acceso a Internet, y no todos tienen acceso del mismo modo. Y esto nos lleva a plantearnos otro tipo de desigualdad en la sociedad post-industrial de la información; una desigualdad que no es sólo de acceso a las nuevas tecnologías, sino que también, y en consecuencia, de acceso a la cultura (cultura que en ellas está presente y que adquiere un papel esencial en su construcción).
Las nuevas tendencias en Internet apuntan a un cloud storage, esto son métodos de almacenamiento en la red, en la nube. Estos métodos se plasman como más seguros y, no lo olvidemos, plantean la posibilidad de almacenamiento ilimitado frente al problema del espacio. Algunos ejemplos de ello son Dropbox o Delicious, que permiten al individuo almacenar una determinada cantidad de información en la red, para poder disponer de ella cuando a éste le convenga, sin limitaciones de espacio o tiempo.
La conclusión de todo esto apunta hacia la necesidad de replantearse hasta qué punto el desarrollo de estas nuevas tecnologías y las posibilidades que nos brindan suponen una mejora o conllevan consigo un aumento de las desigualdad cuya solución debería buscarse en la democratización del flujo informativo y la brecha digital.
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